Al alma llega el desconsuelo,
que tus palabras desarman
el ferviente deseo, el anhelo,
de ser íntegro y honesto;
y sentirme un error, no más,
que ocurre otra vez, de nuevo,
y mi sino no puede evitar
parecer iracundo y colérico,
y no poderte susurrar al oído
que a pesar de mi error
por tu amor yo vivo ciego.
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